¡Inaudito bachiller Carlos Valiña, perpetuo trastulo y regocijador de los patios de los
juzgaos santanderinos, sanísimo de su persona, ágil de sus miembros, callado, sufridor así del tunante como del leguleyo, así de la jambre como de la sed, con todas las sus aquellas intactas partes que se requieren para ser Secretario judicial!: un honor que me honre con su presencia y con sus atinadas reflexiones.
Ya siento que me vea de esta guisa, en provocando con la verdad en ristre, cual parresiastés, blandiendo certezas contra quien no tiene a bien escucharlas, ni las entendería si las escuchase, ni su interés permitiría que, tras entenderlas, causasen algún efecto amén del eco dentro las paredes de su cabeza, a la intemperie en el frío mundo exterior, esa biocenosis gremial. Alguien tiene que hacer de bufón veraz, y ya no quedaban plazas de otra cosa, mirusté, y tuve que hopositar a esto. Una cutrefunción de esas.
Preocúpese: estamos de acuerdo en casi todo. Sus psicologismos han fallado, no obstante: soy nueva aquí, descubrí el foro hace unos días y no lo he leído más de tres horas, se lo prometo, las suficientes para saber ante qué me encuentro. Ahorraré epítetos, que ya los he despilfarrado floridamente en mis anteriores intervenciones, y seguimos, al fin y a la postre, en crisis.
No soy, ni fui, ni quise ni quiero ser, ni seré, por ende, nunca, pero nunca jamás, secretaria ni juez(a), como usted supone, líbreme Dios de fabricar sentencias como salchichas o clavos, sin tiempo para deliberar, a uña de caballo, o de fregar el juzgado; mucho menos uno de esos centauros, viles turneros, medradores medrosos. Sólo soy una atenta estudiosa, que no estudiante, del Derecho con mayúsculas, con todos sus áureos atributos, desde Roma hasta la fecha de hoy; cuento menos de treinta años, también cada una de mis bellas piernas (110 kilos en sentadilla).
Le honra reconocer, teniendo su profesión, que saber procesal es al conocimiento del Derecho lo que saber cambiar el aceite del coche a la ingeniería automovilísitica: nada y menos que nada. El Derecho es el civil, y esa ramita traviesa suya del mercantil; desgraciadamente, en los Estados totalitarios
light, también el administrativo, ese simulacro. Sea. A lo que iba. Por eso es usted tan valioso, ¡dice siempre la verdad, aunque lo perjudique! Creo que no hay mejor definición de la ajada noción de «revolucionario». Las condiciones de revolucionario y secretario se avienen mal, y ya se ve su natural malestar dentro del cuerpo, que está en peor posición que nunca, y, para más inri, nadie más parece entenderlo, viendo el mundo por el ojo de la cerradura de su sueldecico mensual, a ver si me lo suben, enderevé, trocando la causa por la consecuencia.
Sobre la oposición, sabiendo como sé que es usted autor de un
Curso profesional para aprobar oposiciones, que he leído completo y es verdadero desde la primera hasta la última de sus letras, no aspiro a convencerlo de que es un sistema aberrante. El libro es genial, no obstante, como le digo, para aprobar oposiciones, que es lo que promete. Pero falla a la hora de analizar el fundamento último de las mismas. Es natural. Es muy duro para un funcionario, que debe enteramente su hidalguía y su mirar por encima del hombro a los proles al duro trámite que pasó de que fue en balde. De que la oposición no forma a nadie, es un barrera de entrada gigantesca para los mejores aspirantes y que elige memoriones muy trabajadores pero, menudos, chatos y miopes en lo que hace al conocimiento profundo del Derecho.
Yo ya no voy a la memoria, como decía. La memoria es muy importante en cualquier aprendizaje, no sólo el del Derecho. La pedagogía progre, rousseauniana (lea el Emilio si no lo ha hecho ya) y simplona, enseña lo contrario, y se centra en adquirir las llamadas "competencias" o "habilidades", desdeñando los contenidos o conocimientos. Mal puede uno pensar si no tiene en qué pensar. No crea que me acojo yo a esa falsa doctrina tan en boga desde hace más de cincuenta años en España, y desde más de setenta en el resto de occidente. Yo detesto a esos sofistas, a esos que enseñan lo que no saben, enseñan a enseñar, sin saber nada, que hoy se llaman "pedagogos" y han destruido (por encargo, eso sí) la educación.
Pero la memoria debe recaer sobre las normas jurídicas, sobre su contenido. No sobre la literalidad del artículo en que, por un capricho del destino, se encuentran. Un ejemplo: ¿de qué diantres sirve saberse el art. 1454 de memorieta y cantarlo en diez segundos, si consagra como dispositivas las arras llamadas "penitenciales", pero luego la jurisprudencia estima que la regla es la contraria, y, en caso de duda, las arras son "confirmatorias"? De nada en absoluto. Es una enorme tontería y un sumidero de tiempo. ¿No sería mejor tener una conversación con el aspirante, y pedirle que explique los varios tipos de arras y cuál rige en defecto de pacto, si otra cosa no se señala? Y así con todo. La legislación, además, cambia, y no puede estudiarse literalmente, sino sobre la base de conceptos que ayuden a manejar el torrente de normas y reformas al que se ven sometidos diariamente los profesionales del Derecho. Y eso sólo se consigue sabiendo cada idea subterránea del Derecho, para lo cual sólo capacita el estudio de su Historia, especialmente el Derecho comano, y la de su filosofía, que explica de qué escuela proviene cada fea norma que se plasma positivamente en un muy rácano texto legal. Además, si así se estudia, desde Roma hasta la Codificación, el civil, y desde la Revolución francesa hasta hoy, el administrativo, uno queda vacunado para cualquier reforma futura: si el legislador introduce novedades, a buen seguro que se encuentran en alguna rama del tronco común estudiado, y seguirá el modelo alemán, el francés, el holandés, el belga, el italiano, etc., y será más fácil adaptarse a los nuevos esquemas si ya se conoce su molde.
Lo más aberrante no es que la memoria recaiga sobre la literalidad de los artículos, que ya es bastante cosa. Es el lecho de Procusto del tiempo tasado. 12, 15, 18 minutos para exponer las servidumbres legales (materia de gran actualidad e imprescindible en la formación del jurista), la prueba o los contratos administrativos. Jueces y fiscales aprobados lo reconocen: no saben, por ejemplo, ni una palabra del hipotecario; no comprenden la institución posesoria; abogados del Estado no saben más que las cuatro reglas del procedimiento administrativo que en sus temas, hechos por otros, aparecen en forma de guión en el que engarzar un artículo detrás de otro, sin comprender nada.
Por otra parte, es ofensivo eso que usted dice de que esa la única manera de aprender Derecho. ¿Es que se ha aprendido usted las reformas posteriores de la LECiv o del Código civil de memorieta, como hizo para aprobar la oposición? ¿Es que los mejores abogados de España también se aprenden así los artículos de las leyes, o lo hicieron alguna vez? No y mil veces no. Hay otra forma de aprender Derecho. Es más, durante la oposición, nadie aprende Derecho; aprenden luego,
eventualmente, y eso, junto con lo alamibicado de nuestras normas procesales, verdadero laberinto lleno de sorpresas, hace que la mayoría de resoluciones sean ilegibles y ramplonas. La formación jurídica de los altos funcionarios de justicia, sean jueces, fiscales o secretarios, es, en general, nula.
En lo demás estamos de acuerdo. Salvo en lo que atañe al Estado de partidos. Usted lo cree cáscara, superestructura y disfraz de otros poderes más altos. En realidad, es su palanca: sin Estado de partidos no podría el poder económico comprar al poder político con tanta facilidad. El Congreso, el Senado, el TC, el TS cuando hay cuestión política de por medio, son órganos falsos, de cartón-piedra. En Alemania, sus mejores iuspublicistas llaman a su Parlamento, que es como el nuestro, «caja de resonancia», parando en seco y tentándose la ropa. No se atreven a acabar el sintagma «...de decisiones tomadas fuera del mismo». Libres los diputados para representar, mediante sistema electoral mayoritario uninominal, cada uno a un distrito, se acabó el disparate. Separados el Gobierno, cuyo Presidente se elija en otras elecciones distintas, se acabó el dar órdenes a los diputados. Rota la palanca, habrá libertad. Por eso EE. UU. funciona (imperio aparte; 231 años bajo el mismo régimen político) y España no (9 ó 10 distintos desde Cádiz).
No lo quiere pensar, ni usted ni nadie ya asentado. No vaya a tener que hacer algo. Es usted sincero y valioso. No se ahogue en las aguas de la Justicia española. Lea a Alejandro Nieto (Testimonios de un jurista, El desgobierno de lo público) y a Antonio García -Trevijano (todo; p.ej.: Teoría pura de la democracia o Teoria pura de la república), fórmese en política si quiere afinar su pensamiento, que le vendrá también bien tanto en su profesión y en las cuitas gremiales, valga la redundancia, como a la hora de analizar cualquier fenómeno jurídico. No caiga en ese recurso fácil que consiste en echarle la culpa de todo a una Providencia malvada en forma de élites económicas omnipotentes. Hay solución y vacuna para frenarlos. No decaiga.
En lo demas, de verdad que estamos de acuerdo en todo. Perdone el tono de los anteriores mensajes, pero tenga por cierto que todos mis cumplidos para usted y las otras dos miembros del foro son sinceros. También las duras palabras que he vertido sobre el foro y la profesión de Secretario judicial, claro.
Cuídese.