El diccionario define el toreo como la "acción y arte de torear" y torear es "incitar a un toro para que acometa y burlarlo cuando lo hace"
Imaginemos Andalucía convertida en una gigantesca y magestuosa plaza de toros en el día grande de unas fiestas. En cartel, las grandes figuras del toreo andaluz: el tito Manolo (Chavez) con su cuadrilla lo encabeza, como segundo espada de la tarde, el niño Javier (Arenas), eterno mal novillero en espera de alternativa y cerrrano la tarde, un totum revolutum andalucista-comunista que pasaba por allí.
En las gradas, el resto de España se mantiene distraido y en la presidencia u n gobierno antitaurino que no sabe qué hacer con los pañuelos que tiene en el palco.
El toro: el campo andaluz.
Al toro en las plazas se le burla, se le pica, se le banderillea, se le humilla, se le sangra, se le mata y sin embargo, se le respeta. Pero este respeto está siempre en función de la gloria que pueda dar al matador.
En esta insólita corrida, yo estoy en la arena un tanto perdida pero confiada; doy vueltas, embisto, obedezco y humillo. Se me acerca el maestro, me lleva por izquierda y derecha, se luce con pases de pecho, me mueve por naturales, se postra ante mi cornamenta y me da la espalda. Sabe que tengo nobleza y no empitono a traición. El público aplaude. Yo me mosqueo. Me defiendo.
Cuando advierto mi terrible realidad, es tarde; ya agonizo en la arena.
Ya agoniza el campo.
Permítaseme esta comparación que creo acierta con la realidad que vive lo rural en Andalucía.
La burla es un arte por desgracia dominado por nuestros gobernantes y puesto en práctica en todos los ámbitos de la mal entendida "Andalucía profunda".
Escribo esta reflexión a raíz de uno de mis múltiples hervores de sangre, y en concreto, éste es fruto de las declaraciones de la ministra de medio ambiente en relación a la reciente conferencia sobre la desertificación celebrada en nuestro país.
Decía la señora ministra que una de las claves para ganarle la batalla al desierto es evitar la despoblación de las zonas rurales, ya que somos la gente del campo los que mejor sabemos cuidar de nuestra tierra. En este punto de su intervención es cuando comenzé a notar burbujitas por mis venas y recordé un estudio científico que afirmaba que ¡dónde va a parar! que los individuos a los que les corre sangre en lugar de horchata reaccionan más enérgicamente ante tamaña tomadura de pelo.
Vivo en una aldea al sur de una provincia andaluza y eso no me ha impedido elegir parte de mi destino. He tenido las mismas oportunidades que cualquier chica de ciudad, he estudiado lo que he querido, he salido donde he querido y colaborado en la prosperidad del transporte público (eso sí, muy a mi pesar) y me puedo permitir el lujo de llevar cuatro años sin dar palo al agua dedicada sólo a mi querida oposición.
¿Qué me ha permitido llevar esta existencia? Los olivos.
La tierra heredada tras varias generaciones es lo que permite en muchos casos y en estas zonas, dar educación de nivel a quien esté dispuesto a recibirla. La mayoría de nosotros no puede vivir sólo de la tierra y ésta pasa a ser un bien precioso que te aporta un plus de oportunidad y facilidad para vivir. Acabas amando mucho a la tierra, hasta el punto de no importarte los fines de semana de invierno jorobada cogiendo aceitunas, ni perder horas de estudio para exámenes inminente. Tu tierra es lo que te da, pero tú tienes que darle. Le das tiempo, esfuerzo, dinero y dedicación y ella te lo devuelve todo al cuadrado. Te da seguridad, estabilidad, raices, un lugar donde volver; te da silencio, oscuridad, cielos cuajados, arroyos, cantos de pájaros, fuentes, tormentas inmensas e inmentos relámpagos que contemplar en toda su extensión.
Los políticos se llenan la boca hablando de la conservación del medio rural y no paran de colgarse medallas. Mientras, los jóvenes tenemos que hipotecarnos hasta las cejas porque hay que conservar tanto el campo que no podemos reformar las casas de nuestros abuelos, no podemos construir viviendas en nuestras tierras, tenemos que irnos a ciudades que detestamos que, sin embargo, están a 10 minutos por carreteras a veces tercermundistas.
No hablo de segundas residencias, no hablo de chalets con piscinas ni barbacoas de obra (que parecen ser lo más de lo más); no. Hablo de primera vivienda con vocación de permanencia, de raiz.
Sin embargo todo son trabas y ley tras ley e imperativo tras imperativo.
Tienes que trabajar la tierra, tienes que cuidarla pero resulta que no puedes arar. Tienes que sulfatar los olivos para evitar plagas, pero no puedes coger agua ni de ríos ni de pozos ni de ninguna otra parte. Tienes que quemar las sobras de la recolección en un periodo concreto del año a unas horas determinadas y por supuesto con permiso. Para evitar posibles incendios tienes que llevar agua suficiente. Pides el permiso: a veces directamente no te lo dan y otras te dan permiso para la quema pero no para coger agua o viceversa. A que mola este sinsentido.
Hay aldeas divididas por límites de parques naturales, de manera que puede que tu vecino se haga una casa y a tí, que vives a 70 metros te lo prohiban.
Las consecuencias de la especulación las estamos pagando quienes no pensamos especular con lo nuestro, quienes vemos en ciertos casos la especulación como una forma de estafa.
Volviendo al símil, el arte del toro es el arte de la burla, y como tal lo entiende el tito Manolo.
Con independencia de la forma y el tiempo, lo cierto es que los agricultores del olivo aún tenemos derecho a subvención europea. Hasta hace poco esta subvención se establecía en función de la producción y ahora se determina por número de olivo y, por tanto, es una cantidad fija. Para pasar a este sistema hay que determinar en número exacto de olivos y con esto llegó el problema: a ver quién es el listo que cuenta todos los olivos de España.
Primero se nos requirió a cada uno para que aportáramos la cifra de los nuestros, hecho lo cual se nos comunica que no coincide con los datos obrantes en poder de la Junta.
Contrata perito que cuente los olivos.
Evidentemente las cuentas siguen sin cuadrar y menos las tuyas, que has tenido que pagar el peritaje. Si tienes la suerte de que tus números cuadren con los de la Junta, seguramente no cuadran con los de Madrid.
De nuevo, peritaje.
Viendo estos problemas se optó por la foto por satélite como solución. Sí, solución si eres un funcionario de la Junta capaz de distinguir un olivo de una encina vistos desde arriba:
"sí, evidentemente este punto negro de aquí es un olivo y no una higuera que es este otro punto negro idéntico al anterior"
A esta discordancia se le llama "incidencia" y quien tiene incidencias no cobra la subvención que por otra parte está ingresada en las cuentas de la Junta desde primeros de año.
Mientras tú te rompes los cuerno contando olivos y carteándote con la administración, tu dinero se usa para producir intereses a los que jamás, repito, jamás tendrás derecho.
Si has sido capaz de leer hasta aquí supongo que necesitarás gelocatil por vena. Yo también lo necesito.
La solución que propongo yo es la siguente: que venga el tito Manolo y que cuente los olivos con lo que tenga en la entrepierna (si es que tiene algo), que sulfate sin agua, que queme sin permiso y que soporte la arrogancia de algunos agentes de Medio Ambiente, muchos de los cuales es la primera vez que pisan algo que no sea cemento.
Luego se enfadan cuando les reciben con una escopeta en la mano!
En fín, el campo en Andalucía se asfixia lentamente como lo hace el pobre toro en la arena.
Mis dos orejas y mi rabo (si lo tuviera) para mayor gloria de los maestros del toreo andaluz. Definitivamente, la burla es un arte.
que a gusto que me he quedao
